ENTREVISTA LA VOZ DE ASTURIAS

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Uno de los trabajos menos comunes es el de detective. En España, solo alrededor de 5.000 profesionales están habilitados para ejercer, según datos de la Asociación Profesional de Detectives Privados correspondientes a 2023. Aunque se trata de un oficio poco conocido, la labor que desempeñan estos profesionales es crucial para resolver conflictos tanto en el ámbito personal como en el profesional. Investigan asuntos de diversa índole, desde fraudes hasta desapariciones, incluidas disputas por la custodia de menores. Gracias a sus intervenciones discretas pero eficaces, logran esclarecer la verdad en numerosos casos. El asturiano Carlos Argüelles, fundador de la agencia Tesca Detectives, con sede en Oviedo, explica cuál es el cometido de los investigadores y rompe con los mitos que existen en torno a su figura.

—¿El trabajo de un detective tiene que ver con lo que nos enseñan en películas o series?

—No, para nada. El detective privado es un profesional liberal, como puede ser un abogado o un procurador, que lo que hace es aportar pruebas. Las personas o las empresas acuden a nosotros cuando necesitan demostrar determinadas circunstancias y esas pruebas son las que nosotros aportamos. Eso sí, la ley nos impone que el cliente nos tiene que acreditar, de una forma clara, un interés legítimo para poder investigar, si no estaríamos vulnerando también el derecho de la persona investigada. Lógicamente, nadie se puede meter en la vida de nadie porque sí.

 

—¿Qué casos puede investigar un detective privado?

—En España, la investigación privada se sustenta en tres pilares fundamentales: la investigación para particulares, la investigación para empresas y la relacionada con el ámbito de los seguros. Sobre el ámbito civil, antiguamente el detective era conocido porque su actividad principal era las infidelidades conyugales. Ese tipo de asuntos hoy en día son absolutamente residuales, prácticamente no se hace ninguno porque, entre otras cosas y afortunadamente, la ley ha evolucionado con la sociedad y a los jueces no les importa el motivo de un divorcio. Sí que trabajamos mucho el derecho de familia, sobre todo, lo que popularmente se conoce como expediente de modificación de medidas, es decir, la extinción de pensiones compensatorias a los excónyuges, tanto hombres como mujeres, como las de alimentos a los hijos. Se dan muchos casos de personas que no saben de sus exparejas desde hace muchísimos años, siguen pasándoles una pensión y quieren saber qué hay de su vida porque hay una serie de causas, recogidas por ley, que permiten la extinción de esa pensión. Por ejemplo, si el excónyuje convive o mantiene una relación afectiva estable con una nueva persona pierde esa pensión, pero para ello hay que demostrarlo. Lo mismo pasa con los hijos. Hay excónyuges que no saben absolutamente nada de sus hijos, porque a veces cuando se rompe la familia, se rompen incluso los vínculos afectivos. Entonces, buscan pruebas de si están trabajando, si han terminado de estudiar las carreras universitarias, si se han independizado de la familia, etc. es decir, si siguen siendo merecedores de esa pensión de alimentos. Para poder eliminarla acuden a un detective que lo que hacemos es buscar pruebas de esas nuevas realidades, las ponemos de manifiesto, las plasmamos en un informe y ese informe si no hay acuerdo entre las dos partes se aporta al procedimiento judicial. Después nosotros acudimos a los juicios para ratificar ese informe, con el derecho de contradicción de la otra parte.

 

También trabajamos mucho el tema de las custodias. Ahora por lo general cuando una pareja se divorcia y hay menores de por medio la custodia suele ser compartida. Esto origina muchísimos conflictos, porque se han dado casos en los que la gente pide la custodia compartida simplemente por un tema económico, para no tener que pasar esa pensión, y luego esos hijos quedan a cargo de terceras personas o no son atendidos debidamente. Entonces se necesitan pruebas para revocar esa custodia.

 

También tratamos temas de arrendamientos. Hay personas que recurren a nosotros porque tienen alquilado un piso o un local y quieren saber si el arrendador está haciendo uso de la propiedad porque de no ser así lo emplazaría judicialmente para el desahucio. Incluso hay quienes quieren saber si ha metido a un tercero de forma ilegítima. Respecto a los asuntos de empresas estos son variadisimos. Hacemos investigaciones económicas sobre alzamiento de bienes, sucesiones, falsos insolventes… Estos informes, que suelen ser altamente técnicos, incluyen también la recopilación y análisis del patrimonio de una empresa o de un particular, con el objetivo de detectar posibles bienes ocultos. Por ejemplo, investigamos casos en los que, antes de declararse insolvente, una persona realiza una separación de bienes y transfiere propiedades a nombre de familiares. También analizamos situaciones en las que se cierra una empresa y se constituye otra nueva que opera en el mismo local, con los mismos números de teléfono, una imagen corporativa prácticamente idéntica, e incluso con los mismos empleados, proveedores y clientes. Todo ello puede indicar una continuidad encubierta que buscamos documentar con precisión.

 

Luego están los temas laborales. El absentismo laboral es un problema muy serio en España y muchas empresas acuden al detective para ver si el trabajador está realizando algún tipo de actividad incompatible con la situación de baja. Este tipo de asuntos es de los más frecuentes que hacemos los detectives. También se hacen apoyos en los procesos de selección de personal. En este sentido, una de las tareas habituales consiste en la verificación de los currículums de candidatos a un puesto de trabajo. Se analiza lo que podríamos denominar su «moralidad laboral», es decir, aspectos relacionados con su historial profesional. Se comprueba, por ejemplo, si realmente trabajaron en las empresas que mencionan, si las cartas de recomendación que aportan son auténticas y tienen fundamento, y se revisan sus redes sociales en busca de posibles contradicciones respecto a la información facilitada.

 

Otro tema frecuente en el entorno empresarial es la investigación de casos de competencia desleal. Esto puede involucrar a trabajadores por cuenta ajena, socios de la propia empresa o incluso familiares vinculados a ella. En muchas ocasiones, estas personas están constituyendo una empresa paralela y tratan de apropiarse del fondo de comercio, captando clientes, proveedores e incluso recursos humanos, todo ello a espaldas de quienes les pagan. En estos casos, la empresa nos contrata para obtener pruebas concretas. Estas evidencias pueden utilizarse, por un lado, como justificación para un despido procedente y, por otro, para una posible reserva de acciones legales con el fin de reclamar indemnizaciones por daños y perjuicios. Otro de los temas que se trabaja muy habitualmente son los temas de fraude en el sector del seguro. Esto es un mundo aparte. Hay gente que ha vivido o vive de engañar a los seguros, va cambiando de compañías, hace siniestros falsos y se inventa historias rocambolescas para cobrar las indemnizaciones. Recuerdo un caso de un compañero de Andalucía que tenía a un señor que supuestamente tenía unas limitaciones físicas muy importantes a causa de un accidente. Los médicos que le atendían, tanto los de la Seguridad Social como los de la mutua y la privada decían que no tenía nada pero el hombre iba en silla de ruedas. Le hacían pruebas y no tenía sensibilidad en las piernas, aunque la columna no la tuviese afectada. Se le hizo por tanto un seguimiento y al tercer día vieron que salía de su casa caminando. Siguen investigando y lo acaban cogiendo en una fiesta bailando. Al final salió todo a la luz: lo que ocurría era que su mujer, personal sanitario, le ponía la epidural cuando iba a las revisiones médicas.

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«Uno de los asuntos que más investigamos los detectives es el absentismo laboral»

—Sois por tanto un testigo más en los casos judiciales…

—Sí, exactamente. La diferencia con un particular es que somos un testigo cualificado. El detective privado cuenta con una licencia gubernativa otorgada por el Ministerio del Interior. Se trata de una profesión regulada que requiere una formación universitaria específica y la superación de una serie de cursos habilitantes. Una vez obtenido el título correspondiente, el ejercicio de la profesión se encuentra regulado por la Ley de Seguridad Privada. Esta ley establece, entre otras cosas, que el personal de seguridad privada tiene la consideración de agente de la autoridad en el ejercicio de sus funciones, aunque no fuera de ellas, lógicamente. Esta condición, junto con el rigor profesional que se exige, otorga a los detectives privados una alta credibilidad en los juzgados. ¿Por qué? Porque los jueces son conscientes de que los detectives procuramos ser objetivos, que no falseamos los hechos, y que solo se presentan informes cuando son relevantes. Si el informe es positivo, se aporta; si no lo es, simplemente no se presenta en sede judicial. En general, esto nos sitúa con un nivel de credibilidad superior al de un testigo común. Esa es la diferencia clave.

 

Siempre digo que nuestro examen es el juicio. Cuando vamos a un juzgado de alguna forma se examina nuestro trabajo. Normalmente, los jueces declaran hechos probados lo que nosotros decimos, otra cosa es que con eso sea suficiente. Me explico. Imagínate un señor que está de baja por depresión y le coges caminando por la pista Finlandesa o está en la playa porque es verano, pues eso al final le viene bien. Ahora, por contra, si una persona que está en silla de ruedas porque tiene una tetraplejia te la encuentras andando entre riscos, atándose las botas de montaña y demás… pues ahí el informe sí vale y la validez será la que le dé el juzgado, dentro del contexto del procedimiento judicial. Siempre digo lo mismo. Por eso, cuando un cliente llega y me dice: «Tengo razón», yo le digo, «date por jodido», porque en un tribunal no vale ir con la razón sino con pruebas. Y ahí es donde entramos los detectives y los peritos.

 

—¿Qué casos no puede investigar un detective privado?

—En España y en general en toda Europa, excepto en Reino Unido, el detective privado no se dedica a investigar delitos públicos. De hecho, la Ley de Seguridad Privada, que regula nuestra profesión, lo prohíbe expresamente. Como te dije, el detective privado no tiene nada que ver con el estereotipo, generalmente estadounidense, que aparece en películas o series: el personaje que investiga crímenes, secuestros, o que incluso se encarga de recobrar deudas por medios poco ortodoxos. Ese tipo de funciones están fuera de nuestro marco legal y profesional. Son competencia exclusiva de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Nosotros trabajamos exclusivamente en el ámbito privado, dentro de los límites que establece la ley.

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—¿Qué tipo de tecnología utilizan a la hora de resolver casos?

—Tenemos herramientas con las que rastreamos muchísima información en internet, más allá de mirar en Google que, por supuesto. Una de ellas es OSINT, con la que puedes acceder a una gran cantidad de información —siempre dentro de los límites que marca la ley— a la que un particular, o incluso un responsable de recursos humanos, difícilmente podría llegar por sus propios medios porque aunque son de fácil acceso son difíciles de manejar. Dentro del OSINT se analizan desde redes sociales convencionales hasta entornos más ocultos, como la red Tor, comúnmente conocida como la «internet oscura» o «deep web». En estos entornos se pueden encontrar datos sorprendentes que muchas personas creen que no dejan rastro, cuando en realidad sí lo hacen. Esta traza digital, conocida como huella digital, está compuesta por pequeños indicios que, cuando un profesional sabe identificarlos y relacionarlos, pueden formar un conjunto coherente de información útil.

La diferencia clave entre un profesional y un aficionado es precisamente esa: el primero sabe interpretar, cruzar y contextualizar datos dispersos para llegar a conclusiones válidas. El aficionado, en cambio, puede encontrar información suelta, pero no la sabe integrar. Dentro de la legalidad, los detectives privados tenemos acceso a fuentes de información y técnicas de análisis que están fuera del alcance del ciudadano común. También trabajamos en cuestiones relacionadas con la seguridad electrónica: la protección de las comunicaciones, la seguridad informática, y el análisis de posibles vulnerabilidades tecnológicas. Antiguamente, el espionaje industrial consistía, por ejemplo, en revisar la basura de una empresa para recuperar documentos contables o estratégicos que se desechaban sin cuidado. Hoy en día, el espionaje industrial es mucho más sofisticado y puede ser tanto más fácil como más difícil, según las medidas de seguridad que tenga implementadas la empresa.

 

Uno de los puntos más críticos actualmente es la protección de las redes Wi-Fi. Es fundamental cambiar regularmente las contraseñas de acceso, ya que una red desprotegida puede ser la puerta de entrada para que un hacker acceda a todos los equipos conectados. A pesar de que se insiste una y otra vez en estas medidas básicas de ciberseguridad, muchas personas y empresas siguen sin aplicarlas, lo que las expone a riesgos innecesarios. De la misma manera, que si tienes duda de un correo comprueba si el proveedor te envió tal mensaje porque puede que sea un virus con el que das acceso a tus datos personales, incluidos los bancarios. Y lo mismo si recibes una llamada. Di que le devuelves la llamada en cinco minutos y mientras compruebas si el número corresponde con la empresa que te llama o no, porque hay gente que utiliza la Inteligencia Artificial para clonar voces.

 

—En vuestro caso, ¿hacen uso de la inteligencia artificial para resolver casos?

—Estamos empezando a trabajar con inteligencia artificial. Cuando antes hablaba de herramientas de búsqueda, me refería también a este tipo de tecnologías emergentes. La inteligencia artificial (IA) ya está integrada en algunos buscadores y redes sociales, lo que permite afinar mucho más en los procesos de búsqueda y análisis de información. Evidentemente, como profesionales, debemos evolucionar al mismo ritmo que estas herramientas. Nosotros venimos de otra época. Empezamos trabajando con cámaras de carrete, con negativos. Los objetivos que usábamos eran enormes: para captar el rostro de alguien a 50 metros se necesitaban lentes que parecían escopetas de caza. Eran difíciles, por no decir imposibles, de disimular. En cambio, con la tecnología actual todo ha cambiado. Recuerdo una ocasión en la que necesitaba verificar si una vivienda estaba ocupada. Desde un monte cercano utilicé una cámara moderna para observar la casa. Más tarde, en el despacho, comprobé con SIGPAC (una aplicación pública) la distancia desde la que había grabado: casi un kilómetro. Aun así, en la imagen obtenida se veía perfectamente la ventana en primer plano. Eso da una idea del salto tecnológico que hemos vivido. En cuanto a la inteligencia artificial, está todavía en una fase incipiente, pero es una herramienta con un potencial enorme. No solo está transformando procesos industriales y electrónicos, sino también los métodos de búsqueda y análisis de información.

«El informe del detective no solo sirve como prueba en juicio, sino también como herramienta de negociación extrajudicial»

—¿Cómo decide por dónde empezar a investigar cuando le asignan un caso?

—Cada caso es diferente pero, normalmente, lo primero que hacemos es un rastreo con las técnicas OSINT de la personas o empresa a investigar, por si recabamos datos que puedan ayudarnos luego en el desarrollo de las investigaciones. Si se se trata de personas físicas, por supuesto, miramos redes sociales. Hace aproximadamente un año tuvimos un caso en el que era necesario localizar a una persona porque el cliente tenía un pleito en marcha y no conseguía que esta persona recogiera las citaciones judiciales. Nos pusimos a investigar y descubrimos que esta persona, a través de una red social, estaba viviendo en un pueblo de Andalucía. Actuamos de inmediato: localizamos el domicilio exacto e incluimos todos los detalles en un informe, en el que proporcionamos la dirección completa, fotografías de la casa y las coordenadas geográficas para facilitar su localización sin margen de error. Si, por ejemplo, se trata de acreditar una convivencia —un caso típico en procedimientos de pensión compensatoria o custodias—, el trabajo continúa con vigilancia y seguimiento. Nos desplazamos al domicilio señalado, observamos si la pareja sale junta por la mañana, registramos las matrículas de los vehículos vinculados, etc. Reunimos todas las pruebas necesarias para el caso. Cada asunto lo abordamos aplicando lógica profesional, buscando siempre la mejor relación entre calidad, tiempo y coste. Nuestro objetivo es resolver el problema del cliente de forma eficiente, sin alargar innecesariamente la investigación. Por eso, es preferible realizar varias gestiones breves, bien planificadas y eficaces, que embarcarse en una única investigación larga que acabe bloqueándose. Un caso atascado es negativo para todos: para el cliente, para nosotros, y para el resultado final. Y, como en cualquier profesión , el cliente te valora principalmente por los resultados. Nuestro compromiso es precisamente ese: obtener el mejor resultado posible. El prestigio del detective se basa en su capacidad para resolver problemas de forma seria, profesional y efectiva.

«Hay veces que siguiendo a un sospechoso en coche terminé en Zaragoza, Barajas e incluso Finisterre»

—¿Cuánto suele tardar en hacer esas investigaciones, en encontrar esos resultados?

—Las gestiones, normalmente, cuando se trata de obtener pruebas sobre comportamientos de personas físicas, comienzan con uno o dos días de control o seguimiento. Después, nos reunimos con el cliente y le mostramos los resultados, en función decide: si necesita más información, continuamos; si no hay avances, se puede cerrar el asunto. Por ejemplo, tuvimos un caso laboral de una persona que estaba de baja médica y nos habían dicho que estaba trabajando en otras actividades. Hicimos el seguimiento y vimos que el hombre realmente estaba en muy malas condiciones. Entonces llamé al cliente y le dije que no merecía la pena seguir. Ahora bien, si en vez de eso hubiéramos encontrado a la persona subida a un andamio, trabajando activamente, entonces no lo dejas. Continúas dos o tres días seguidos para documentarlo bien. Cada caso es distinto y es la propia gestión la que te va diciendo qué necesitas. Siempre trabajamos en coordinación con el cliente y, muy especialmente, con su abogado. Porque nosotros aportamos pruebas que luego se utilizarán en procedimientos judiciales, y quien dirige ese procedimiento es el abogado. Por eso, una de las primeras preguntas que hacemos al cliente cuando llega es: «¿Quién es tu abogado o abogada? ¿Nos puedes poner en contacto con él o ella?» La idea es que, aunque siempre mantenemos informado al cliente, la parte técnica la hablamos directamente con el abogado, para enfocar correctamente el informe según cómo se vaya a plantear la demanda o la contestación. Si el abogado necesita probar una convivencia estable, por ejemplo, lo ideal es demostrar esa relación en el tiempo. ¿Cómo se hace? No se trata de vigilar durante 15 días seguidos. Se hace de forma espaciada: un par de días en mayo, otro en junio, uno en julio, otro en septiembre… y justo antes de presentar la demanda, un último control. Así, cuando llegue el juicio en octubre, puedes decir: «Señoría, estas personas han estado juntas todos estos meses». No hace falta, por tanto, estar todos los días investigando. Pero, como te dije, cada caso lleva su tiempo. Lo importante es que el enfoque sea el adecuado y que los recursos se usen bien.

«En los casos de desapariciones, las personas en vez de ayudar lo que hacen es despistarte»

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—Además de trabajar con el abogado, ¿colaboran con alguien más en la investigación?

—Colaboramos también con los peritos, cuando es necesario. Por ejemplo, en temas laborales, nuestro informe muchas veces lo revisan médicos, especialmente si el cliente decide presentar como prueba un peritaje médico en el juicio. En estos casos, el informe del detective recoge las actividades realizadas por la persona investigada y luego el perito médico es quien, desde un punto de vista clínico y técnico, explica en el juicio si esas actividades son compatibles o no con la dolencia por la que esa persona está de baja, porque nosotros no podemos entrar a valorar técnicamente un proceso médico. Nuestro papel es registrar los hechos y ponerlos a disposición del profesional sanitario para que él haga su valoración. Esto lo hacemos con médicos, con abogados y con cualquier otro profesional que sea necesario para el caso. Hay un porcentaje altísimo de casos que se resuelven antes de llegar al juicio.

Cuando el cliente presenta pruebas sólidas y la otra parte se ve, digamos, «pillada», es frecuente que se abra una negociación. Muchas veces ambas partes prefieren llegar a un acuerdo: uno dice «prefiero perder un poco», el otro «prefiero ganar un poco», y se encuentran en un punto medio. Estos acuerdos se dan incluso en la puerta del juzgado, momentos antes de entrar a sala. En todo eso nosotros no intervenimos: nuestra función es aportar pruebas. Pero hay que destacar que el informe del detective no solo sirve como prueba en juicio, sino también como herramienta de negociación extrajudicial, lo cual es algo muy habitual.

 

—¿Cuál es el caso que más le ha impactado personalmente?

—Son muy desagradables los temas de desapariciones, sobre todo cuando tienen un mal resultado, aunque por suerte no son frecuentes. Recuerdo investigar hace muchos años el caso de un chico al que se le perdió la pista en Gijón. Se estuvo meses buscándolo, nosotros habíamos reconstruido todos sus movimientos, y al final había tenido un accidente en la autopista, su coche saltó por encima de la valla y cayó en un sitio muy arbolado. Con el tiempo un vecino encontró el vehículo y dio aviso a la policía por el olor que desprendía. Cuando llegaron los agentes comprobaron que la matrícula pertenecía a un hombre que estaba desaparecido. En el interior encontraron al hombre que llevaba un rolex de oro puesto y dinero en la cartera, con lo cual había sido un accidente fortuito. ¿Qué pasa en las desapariciones? Que mucha gente queriendo ayudar te despista. Llamadas diciendo que lo habían visto en Extremadura, en Andalucía, en un montón de sitios de lo más variopinto… cuando en realidad era mentira. Hay también muchas desapariciones por temas económicos. Hay personas que no quieren que las encuentres porque deben mucho dinero. Estas situaciones, en ocasiones, se cruzan con temas de herencias. Por ejemplo, te encuentras con que alguien va a recibir una herencia, pero falta localizar a un primo que se marchó hace años a algún sitio del que nadie sabe nada desde entonces. Ese primo, sin embargo, tiene derecho a su parte. Y tú estás intentando vender una finca que pertenece a 14 personas, y para poder venderla tienen que firmar las 14. No vale con que firmen 13 y falte uno. Entonces hay que localizarlo. Y esos casos, la verdad, a veces son muy curiosos. Te encuentras con historias sorprendentes. Hemos localizado personas en el extranjero, en países como Brasil, entre otros. Personas que, simplemente, se marcharon un día y nunca más se supo de ellas.

«Hay encargos que parecen de puro trámite y te encuentras con una realidad muy complicada»

—¿Cómo gestiona el estrés o la presión de querer resolver cuanto antes el caso?

—Procuras acabar una gestión y olvidarte de ella. Es como le puede pasar a cualquier médico. ¿Cómo puede llegar un oncólogo a casa después de que se le haya muerto, por ejemplo, un niño? Pues llega hecho polvo, porque es humano. Pero no pudo hacer nada más. A nosotros nos pasa algo parecido. Es una profesión estresante, sí. Vamos siempre a la carrera. Yo siempre digo lo mismo: para un detective, tener un cuarto o medio depósito de combustible es como estar ya en reserva. Porque sales a hacer un seguimiento y no sabes dónde vas a acabar. Yo he terminado en Zaragoza, en Barajas, en Finisterre… Luego está la rabia que da cuando en un seguimiento largo pierdes a la persona justo al entrar en Bilbao, por ejemplo, en un semáforo. Y pasa. luego tienes que intentar arreglarlo, ver si puedes volver a encontrarlo. Pero es complicado. El estrés es alto.

 

Con el tiempo, aprendes a tomártelo con la calma que puedes y a convivir con ello. Es una profesión difícil también porque no tienes horarios, porque te tienes que adaptar al servicio. Cada informe es un mundo: los hay los sábados, los domingos, por la mañana, por la tarde, por la noche. Algunos los haces a ratos, porque no requieren estar en un momento exacto. Depende. En definitiva, nosotros somos, me atrevería a decir, una herramienta contra el fraude. Y no solo fraude económico, sino también personal, familiar, social. Lo que hacemos es mostrar la realidad tal como es. Y a veces eso es muy duro, especialmente al dar noticias a los clientes. Porque hay encargos que parecen de puro trámite y te encuentras con una realidad muy complicada. Te topas con situaciones donde alguien busca a un familiar y resulta que está metido en la prostitución, en la droga, o tiene problemas mentales graves. Y ahora tienes que ir tú a contarlo. Tienes que tener cierta habilidad, casi como un asistente social o psicólogo, para saber cómo dar una mala noticia, porque a veces es muy desagradable. Ves cosas surrealistas. Hay momentos en los que, si alguien me dijera que estuvo con los Reyes Magos, casi le mando recuerdos, porque ya no me sorprende nada. Lo que te dice el cliente muchas veces es solo la punta del iceberg. Lo que encuentras es mucho más y te sigue sorprendiendo. Personas que llevan dobles o incluso triples vidas, que nunca te imaginarías.

—¿Hubo algún momento que no pudo resolver algún caso?

—Sí, en desapariciones, ha habido casos en los que la persona nunca apareció. Porque, efectivamente, hay gente que simplemente desaparece. Recuerdo el caso de un señor que me dijo: «Oye, desapareció mi madre. Dejó todos los recibos del seguro de decesos, perfectamente ordenados encima de la chimenea de casa». Esa mujer nunca apareció, ni viva ni muerta. Todo apuntaba a un suicidio pero no sabemos qué pasó realmente. Rastreamos a gente de su entorno, incluso a personas de su época universitaria, aunque ya estaban jubiladas. Hablamos con gente que la conocía desde joven. Algunos decían que en su juventud, con 20 o 30 años, hablaba de que su ilusión era ir a Nueva York… Pero nadie supo más de ella. Nunca apareció. Entonces, al no aparecer con el paso del tiempo, se inició un expediente de declaración de fallecimiento. Pero oficialmente, nunca se encontró su cuerpo, ni se supo qué fue de ella.

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Son casos muy desagradables. Y más aún cuando la persona desaparecida es joven. A nosotros cuando se trata de chicas jóvenes se nos ponen los pelos de punta, porque, por desgracia, el tema de la trata de blancas existe. Luego está otro fenómeno muy actual: los llamados «timos del amor». Te sorprendería la cantidad de personas que caen en eso. Es algo más común de lo que parece. Y lo más triste es que muchas veces las víctimas son personas solas, vulnerables, que simplemente buscan afecto o compañía y acaban siendo engañadas por delincuentes que saben perfectamente cómo manipular emocionalmente. Un individuó llegó a ventilar más de 60.000 euros a una mujer pero ella no veía que la estaba timando y la familia, claro, no podía hacer nada porque era mayor de edad y no está incapacitada.

 

¿Hubo algún momento que no pudo resolver algún caso?

—Sí, en desapariciones, ha habido casos en los que la persona nunca apareció. Porque, efectivamente, hay gente que simplemente desaparece. Recuerdo el caso de un señor que me dijo: «Oye, desapareció mi madre. Dejó todos los recibos del seguro de decesos, perfectamente ordenados encima de la chimenea de casa». Esa mujer nunca apareció, ni viva ni muerta. Todo apuntaba a un suicidio pero no sabemos qué pasó realmente. Rastreamos a gente de su entorno, incluso a personas de su época universitaria, aunque ya estaban jubiladas. Hablamos con gente que la conocía desde joven. Algunos decían que en su juventud, con 20 o 30 años, hablaba de que su ilusión era ir a Nueva York… Pero nadie supo más de ella. Nunca apareció. Entonces, al no aparecer con el paso del tiempo, se inició un expediente de declaración de fallecimiento. Pero oficialmente, nunca se encontró su cuerpo, ni se supo qué fue de ella. Son casos muy desagradables. Y más aún cuando la persona desaparecida es joven. A nosotros cuando se trata de chicas jóvenes se nos ponen los pelos de punta, porque, por desgracia, el tema de la trata de blancas existe. Luego está otro fenómeno muy actual: los llamados «timos del amor». Te sorprendería la cantidad de personas que caen en eso. Es algo más común de lo que parece. Y lo más triste es que muchas veces las víctimas son personas solas, vulnerables, que simplemente buscan afecto o compañía y acaban siendo engañadas por delincuentes que saben perfectamente cómo manipular emocionalmente. Un individuó llegó a ventilar más de 60.000 euros a una mujer pero ella no veía que la estaba timando y la familia, claro, no podía hacer nada porque era mayor de edad y no está incapacitada

 

—¿Qué habilidades tiene que tener un buen detective?

—Es fundamental tener un físico normal, que no llame la atención. Ser capaz de ir a comer tanto a un restaurante de alto standing como a un bar de barrio. Tienes que saber cuándo toca ir de corbata o poner unos vaqueros viejos. Hay que ser camaleónico. También es importante contar en el equipo con detectives de distintas generaciones. Si, por ejemplo, hay que localizar a alguien joven, probablemente yo no sea el más indicado. En cambio, sí hay que acudir a una reunión de empresa, puedo pasar más desapercibido que alguien más joven. Todo depende del contexto y del perfil de la persona a investigar.

 

El equipo tiene que ser multidisciplinar. Es fundamental contar con hombres y mujeres, no por una cuestión de género, sino porque hay investigaciones en las que es imprescindible uno u otro sexo. Por ejemplo, si hay que entrar en una peluquería femenina o en un centro de masajes, necesitas una detective mujer. Y ha pasado muchas veces. Del mismo modo, si se trata de un club de alterne, probablemente necesites que vaya un detective hombre. Por eso es necesario tener variedad en el equipo. Además, el aspecto físico debe ser discreto, sin rasgos que llamen demasiado la atención. En ese sentido, las mujeres suelen tener más facilidad para el seguimiento. Se pueden cambiar el peinado, la ropa o las gafas y parecer una persona completamente distinta. Eso les da una gran ventaja para no ser reconocidas. Nosotros, los hombres, solemos tenerlo más difícil. Por eso, en muchos casos, las mujeres generan menos sospechas. Una mujer puede estar parada dentro de un coche durante un buen rato, mirando el móvil, y nadie se extraña. Si lo hace un hombre, la gente empieza a preguntar quién es y qué hace ahí. En resumen, es esencial tener un equipo equilibrado: hombres y mujeres, jóvenes y mayores, con diferentes perfiles. Como en todo, tienes que tener mucho cuidado y no permitirte errores. Es preferible no coger un informe que meterte el algo que no sepas resolver. Al final nuestros informes tienen trascendencia jurídica, con lo cual, igual que puedes arreglar la vida a alguien, se la puedes hundir, así que tienes que mantener siempre la objetividad.

 

—¿Qué le gustaría que el público entendiera de su profesión?

—El detective, como te decía desde un principio, es un profesional liberal que se dedica a aportar pruebas. Pruebas válidas en procedimientos judiciales. En una sociedad de la información como la actual, quien más pruebas tiene, quien más información consigue, es quien se lleva el gato al agua. Ahí es donde entramos los detectives. Nuestra profesión es complementaria a la de los abogados o peritos, que utilizan nuestros informes como medio de prueba en los procedimientos judiciales. El secreto del detective es ser un buen profesional, como cualquier otro, pero, sobre todo, ser veraz y objetivo. Contar las cosas como son, sin añadir ni quitar nada. Relatar la realidad con una redacción clara, escrupulosa y muy detallada de lo que has visto o de lo que sabes. En las investigaciones documentales o patrimoniales, por ejemplo, es fundamental acompañar siempre los documentos originales. Así, el trabajo queda completamente respaldado. Nuestro trabajo no tiene nada que ver con lo que muestran las películas y las series. No nos dedicamos a asesinatos, crímenes ni secuestros. Eso le corresponde a la policía. De hecho, la ley nos obliga a informar a las autoridades si en una investigación detectamos un posible delito público. Nos ha pasado: una vez una persona contrató la localización de su expareja, supuestamente por un pleito. Pero al investigar descubrimos que ella estaba en un piso de acogida. Automáticamente lo denunciamos, y él acabó en la cárcel. Porque lo que realmente buscaba era ir a por ella. Por eso, siempre confirmamos que hay un interés real para empezar a investigar.

 

Está también el tema del precio. Muchos no llaman porque piensan que es carísimo pero depende del servicio. No puedo dar un precio sin saber qué necesita el cliente, por eso siempre insisto que se pase por la consulta, que es gratuita, para que me comente el caso y luego ya le puedo dar un presupuesto. También es importante que se sepa que esta es una profesión con formación universitaria. Y, por supuesto, tenemos licencia. La otorga el Ministerio del Interior, a través de la Dirección General de la Policía. Si alguien tiene dudas sobre si un detective está habilitado o no, puede consultarlo en la comisaría. Ahí tienen acceso al censo oficial. Todo esto hay que contarlo. Porque somos grandes desconocidos para la sociedad y al final, lo que hacemos es aportar pruebas e información necesaria y legítima en procesos judiciales. Nosotros somos como un traje a medida. Nos adaptamos a cada caso, a cada cliente.

 

Fuente: https://www.lavozdeasturias.es/noticia/oviedo/voz-oviedo/2025/06/04/carlos-arguelles-detective-privado-personas-viven-enganar-seguros/00031749022322904544632.htm